lunes, 19 de septiembre de 2016

Capítulo 25: Capítulo 70 (conteo general): "Vacaciones y un cielo para comérselo"


Ya en el suelo vi todo desvanecerse ante mis ojos. Las lágrimas acudieron en tropel a mis mejillas. Sentí una impotencia tan grande. Sentí que nuestro amor se disipaba. No. ¡No, no, no! Lo quiero a Rocky. Nunca jamás podría dejar de amarlo.

Aun así, las lágrimas brotaban y formaban ríos y mares.

 Poco a poco fue cayendo la noche y los ríos ya se había secado.

Las chicas vinieron a mi cuarto y nos pusimos a ver novelas en canales nacionales. Casi a las 10 de la noche fue cuando nos entró el sueño y nos fuimos a dormir. Ana y María se durmieron en mi cama y yo tuve que dormir apretujada en medio de las dos.

*          *         *

El tiempo pasó tan rápido cuando supe que siempre iríamos al manglar. Yo de verdad necesitaba relajarme en el mar y sentir el hedor de la sal en mis narices, justo como en mi sueño.

Ese día fue solo de preparación y al día siguiente nos levantamos temprano y armamos todo lo que necesitábamos: nuestros artículos personales, una carpa, colchonetas, hamacas, botas de indio, hielera con hielo, comida para preparar (arroz, guandú, etc.), agua dulce, medicamentos y banditas, pailas y ollas para cocinas, cuchillos, machete y lima, entre otras cosas.

Cuando lo tuvimos todo preparado, emprendimos el viaje hasta el puerto y nos subimos a la lancha que nos estaba esperando. Subimos todos los sacos con nuestras cosas y lo que habíamos preparado. Serían tres días, por lo que era mucho equipaje.

A las cuatro de la tarde llegamos a la isla. Hace muchos años que no venía allí; pero… un momento… ¡Esa era la isla de mi sueño en donde me encontré con Rocky!


El cielo se veía despejado y corría una suave brisa de diciembre. En realidad ninguna brisa es suave en el mar, pero hacía mucho calor, así que esa era una suave brisa para refrescar.
A mitad de mi campo visual se veía un cascarón meciéndose con las suaves olas. Desde donde yo estaba se veían suaves olas, pero allá parecía que estaban luchando con un poderoso monstruo. Los pescadores estaban poniendo sus redes y el cebo para pescar. Para el desayuno tendríamos pescado.

Pronto cayó la noche. Creo que fue idea de María traerse mi guitarra, aunque ella no toca. ¡Pretendía que yo tocara! Trajo mi guitarra sin mi consentimiento y pretendía que yo las complaciera a ellas tocando. Bueno, amo la música; así que por esta vez María ganó y yo toqué algunas cancioncitas simples esa noche al lado del fuego.

Extrañaba mucho a Rocky y a mis hermanos. Así que pensé en irme a un lugar apartado para pensar y meditar mientras toco mi guitarra; practicar y dedicarle alguna canción a Rocky, pero mi madre me lo prohibió. Lo último para mí fue comer y oír las noticias en la radio antes de irme a dormir.

*          *         *

El sol brilló desde el horizonte tan naranja como la fruta. El cielo tenía un delicioso color naranja-piña como el helado. ¡Qué delicia!

Ana, María y yo salimos a ver qué nos había traído la marea. Teníamos nuestras botas de indio, así que nos fuimos en busca de cangrejos.

—Oye, _____ (TN), si no encontramos comida pronto, me voy a comer el cielo—dijo María. Apenas terminó de decir eso, Ana estalló en carcajadas, se resbaló con el lodo y se cayó.
—Mmhj—exclamé—Eso te pasa por burlesca. Pero a decir verdad yo también me comería el cielo si llegara tan alto—María y yo nos reímos coquetamente de mi chiste.

—Pero, María, querida, ¿cómo vamos a encontrar comida si tú no nos ayudas?—le reclamó Ana.

—Es que no encontré mis botas… y aparte no me quiero ensuciar como tú.

Eso fue suficiente para que cada una se quedara callada. Ana y yo buscamos cangrejos en el lodazal que había dejado la marea, mientras María buscaba debajo de las piedras en la playa rocosa, la parte de la playa que queda bajo el agua durante la marea alta.

Debajo de cada piedra había un montonón de cangrejitos, todos muy pequeños. Pero después de buscar y requeté buscar encontramos cangrejos más grandes, dignos de ser comidos. Así que el desayuno fue pescado y cangrejo.

La mañana fue avanzando y el calor, disipando. El cielo se despejó y se veía más azul que el mar. Hasta podía ver olas ondeando el cielo y un jet-yate surcando las olas, dejando su estela marina arriba de nosotros.

Comenzó a correr brisa marina que atizaba el fogón en donde se cocinaba la pesca de ayer. Estábamos de vacaciones, pero aun así había que trabajar; porque no se puede vivir sin trabajar, el ser humano no está diseñado para estar horas como un holgazán. Pero el trabajo en la playa se disfrutaba mejor y no era tan pesado.

Todas las mujeres estábamos en un mismo sitio, debajo de una buena sombra. Unas estaban desgranando guandú y otras—María, Ana y yo—estábamos limpiando pescado y guisándolo. La verdad yo hubiera preferido desgranar frijoles, pero eso me llevaría toda la mañana y yo lo que quería era terminar rápido. Limpiar pescados era más asqueroso, pero más rápido de terminar. A Ana y María tampoco les gustó la tarea, pero al menos teníamos toda el agua del mundo para lavarnos las manos justo detrás de nosotras. El único problema era que es salda. Pero sí nos podíamos limpiar las manos.

Yo siempre digo lo positivo de todo lo malo; y como esta vez María y Ana me hicieron caso y terminamos la tarea rápido, fuimos las primeras en ir a buscar nuestros trajes de baño.
En realidad éramos las únicas chicas con ganas de ir a bañarse. De hecho éramos las únicas chicas, el resto eran señoras, las esposas de los pescadores y mi mamá.

Nos lavamos las manos, después nos pusimos bloqueador solar y entonces fuimos aptas para tirarnos a la gran piscina del mundo.

—¡Ah, está salada!—gritó Ana.
—No me digas: ¡Estamos en el mar!—le respondió María.
—Está caliente—dije yo.

—Sí, eso también…
—Hace calor.
—Es porque son las doce del día.

—Oigan, ¿Ya vieron el nuevo vídeo de R5?
—Uhg. Ya tenías que empezar con eso.
— ¿Qué pasa Ana? ¿Tienes un trauma con la R?—le respondí pícara.

María y yo nos burlamos de la pobre Ana. Sabíamos que era por Ross.

— ¡Oh, ustedes qué dicen! Tú andas con el tatuado y tú con el Dj—hablando de Ryland, ¿qué pasó con él y María?
—Oye, Mari, ¿qué hay con Ryry?

—Nada—María bajó la mirada—a veces me escribe y me cuenta sus cosas, pero yo solo le he respondido una vez.

— ¡Qué mala! ¿Por qué lo ignoras?—inquirió Ana, quien ahora se preocupaba por la bonita relación de María, mientras se daba un chapuzón para mojarse el pelo. María todavía no se había lavado la cabeza.

—Es que… —se puso un poquito roja, tal vez era por el sol—No lo sé. No me parece correcto…
— ¿Tú crees?

—Lo que no me parece correcto es que lo ignores. María, eso no se hace.
—Oye, por primera vez me llamas por mi nombre y no por perra.
— ¡Ey, no me cambies el tema!...

—Ana tiene razón. Ryland te quiere y te lo demuestra. ¿Por qué no le das una oportunidad?

— ¡Porque no quiero!—gritó— ¡porque es un imbécil que se intentó aprovechar de mí, de mi nobleza!—Entonces salió del agua como un loca. Su cabello, ahora castaño, todavía estaba seco.

—Oh, Mari. Ven aquí—la llamé.

Ana y yo salimos del agua también. Sentí frío en las piernas después de salir de las cálidas aguas del Pacífico.

*          *         *

—María, ¿por qué no me lo contaste antes? Soy tu mejor amiga. ¿Por qué no me lo dijiste? —María estaba sollozando en mis piernas después de tanto correr por la isla.

h—Fue cuando tú y Rocky estaban peleados. Yo pasaba largos rato en su casa, hablando con Ryland y jugando PlayStation con Ryland también. Él quería ayudarme a reconciliarlos a ti y a Rocky, pero en una de nuestras citas él cerró la puerta de la habitación. Yo estaba hablando de Rocky y él comenzó a besarme, sin decirme nada ni coquetear… no fue nada romántico y estaba totalmente fuera de lugar. Fue violento y comenzó a quitarme la ropa. Yo no quería y le dije que no. Pero él no me hizo caso. Metió la mano en mi pantalón y me tocó…

>>Fue horrible. Me besó y lamió toda.

>>Fue Stormie quien me salvó.

—Espera, ¿qué?—me reí un poco, por lo bajo.
— ¡Oye no te rías!
—Lo siento. ¿Stormie te salvó? Ya me estoy imaginando lo que ocurrió después de que te fuiste: un buen sermón de madre.

—No me interesa lo que haya pasado después—rompió en llanto y se tumbó sobre mí—Stormie venía a dejarle a Ryland su ropa limpia y nos encontró. Había oído que yo le decía a Ryland que no y él no me hacía caso. A penas abrió la puerta comprendió qué sucedía y me pidió que me fuera. Eso hice…

Pronto cayó la tarde. María y yo fuimos a caminar por la playa alrededor de la isla. Era bastante pequeña, pero muy diversa. Tardamos como media hora en volver al mismo punto y ya para entonces habíamos visto cientos de animales diferentes: renacuajos, libélulas, aves, muletos, arañas, moscas; mosquitos no, porque en el mar no hay.

Había un árbol a orillas del mar que producía un sonido en el agua. No sabíamos qué era. Probablemente era algún animal que no se dejaba ver, pero hacia hondas en el charco cuando caía. Pero caía repetidas veces en un minuto. No sabíamos qué extraño fenómeno de la isla era ese. Para tener pruebas, María grabó un vídeo como de dos minutos. Aún no sabemos qué es.

Gracias a este paseo de reconocimiento de la isla, logré que María olvidara que Ryland casi la viola, a no ser de mi futura suegra.

Cuando volvimos al frente de la isla—donde se encallaban los botes—ya se presentaba para nosotras un hermoso atardecer. Y el olor a pescado a la leña, el sonido del mar, la sal en nuestras narices y la marea subiendo a cada minuto, me daba la impresión de estar de vuelta en el sueño donde Rocky y yo demostrábamos nuestro amor.

Oí un motor fuera de borda e inmediatamente me puse en alerta.

— ¿Qué pasa ____ (TN)?—me preguntó María.
— ¿Esos son los pescadores?
—sí. Y allá está tu papá. Vamos a ver qué trajeron ahora.

En escasos minutos ya estábamos a oscuras y tuvimos que regresar para buscar un foco y alumbrarnos el camino. De hecho no veíamos muy bien y el agua nos jugó una mala pasada: la escuchábamos, pero no la veíamos. Podíamos ver la otra luz, la del bote y pensábamos que ya estaba en tierra, cuando en realidad estaba en el mar y nosotras estábamos en el borde de la playa. Entonces yo me caí al agua.

— ¡_______ (TN)!—rompió en carcajadas María y luego me ayudó a levantarme. – ¿Te ayudo?
—No—ya me había ayudado yo sola—. Te informo que tus risas no me ayudaron en nada.

—Okay. Tú me dijiste que no.
—Mari—la callé— ¿Dónde estamos?
—Allá está el bote—salimos corriendo.

Desde lejos oíamos las voces. Se llamaban unos a otros. Estaban descargando la lancha con neveras repletas de pescados. Pasaron a nuestro lado en la oscuridad y fueron a dejarlas en el campamento. Mi mamá nos llamó; era hora de ponernos a hacer otro fogón para cocinar más rápido. María y yo fuimos al lado oscuro de la isla, a buscar más leña seca, mientras Ana preparaba los tizones y hacía dos trípodes.

Recorrimos todo el borde la isla hasta llegar al árbol hechizado. Nos quedamos contemplándolo. La goa seguía cayendo, como siempre. Continuamos caminando por el bode, que, en esa zona era muy angosto y…



— ¡Ahghghghghghhg!!—un grito.

Hoy traigo un capítulo más corto que los anteriores. Y ya sé que es bastante simple y que no habla mucho de R5. Y en tres capítulos más prometo que va a volver a aparecer Rocky y los demás, pero poco. 
PD: la botas de indio son las de caucho, como las que aparece en esta imagen: