Ya en el suelo vi todo desvanecerse ante mis
ojos. Las lágrimas acudieron en tropel a mis mejillas. Sentí una impotencia tan
grande. Sentí que nuestro amor se disipaba. No.
¡No, no, no! Lo quiero a Rocky. Nunca jamás podría dejar de amarlo.
Aun así, las lágrimas brotaban y formaban
ríos y mares.
Poco a
poco fue cayendo la noche y los ríos ya se había secado.
Las chicas vinieron a mi cuarto y nos pusimos
a ver novelas en canales nacionales. Casi a las 10 de la noche fue cuando nos
entró el sueño y nos fuimos a dormir. Ana y María se durmieron en mi cama y yo
tuve que dormir apretujada en medio de las dos.
* * *
El tiempo pasó tan rápido cuando supe que
siempre iríamos al manglar. Yo de verdad necesitaba relajarme en el mar y
sentir el hedor de la sal en mis narices, justo como en mi sueño.
Ese día fue solo de preparación y al día
siguiente nos levantamos temprano y armamos todo lo que necesitábamos: nuestros
artículos personales, una carpa, colchonetas, hamacas, botas de indio, hielera
con hielo, comida para preparar (arroz, guandú, etc.), agua dulce, medicamentos
y banditas, pailas y ollas para cocinas, cuchillos, machete y lima, entre otras
cosas.
Cuando lo tuvimos todo preparado, emprendimos
el viaje hasta el puerto y nos subimos a la lancha que nos estaba esperando.
Subimos todos los sacos con nuestras cosas y lo que habíamos preparado. Serían
tres días, por lo que era mucho equipaje.
A las cuatro de la tarde llegamos a la isla.
Hace muchos años que no venía allí; pero… un momento… ¡Esa era la isla de mi
sueño en donde me encontré con Rocky!
El cielo se veía despejado y corría una suave
brisa de diciembre. En realidad ninguna brisa es suave en el mar, pero hacía
mucho calor, así que esa era una suave brisa para refrescar.
A mitad de mi campo visual se veía un
cascarón meciéndose con las suaves olas. Desde donde yo estaba se veían suaves
olas, pero allá parecía que estaban luchando con un poderoso monstruo. Los
pescadores estaban poniendo sus redes y el cebo para pescar. Para el desayuno
tendríamos pescado.
Pronto cayó la noche. Creo que fue idea de
María traerse mi guitarra, aunque ella no toca. ¡Pretendía que yo tocara! Trajo
mi guitarra sin mi consentimiento y pretendía que yo las complaciera a ellas
tocando. Bueno, amo la música; así que por esta vez María ganó y yo toqué
algunas cancioncitas simples esa noche al lado del fuego.
Extrañaba mucho a Rocky y a mis hermanos. Así
que pensé en irme a un lugar apartado para pensar y meditar mientras toco mi
guitarra; practicar y dedicarle alguna canción a Rocky, pero mi madre me lo
prohibió. Lo último para mí fue comer y oír las noticias en la radio antes de
irme a dormir.
* * *
El sol brilló desde el horizonte tan naranja
como la fruta. El cielo tenía un delicioso color naranja-piña como el helado.
¡Qué delicia!
Ana, María y yo salimos a ver qué nos había
traído la marea. Teníamos nuestras botas de indio, así que nos fuimos en busca
de cangrejos.
—Oye, _____ (TN), si no encontramos comida
pronto, me voy a comer el cielo—dijo María. Apenas terminó de decir eso, Ana
estalló en carcajadas, se resbaló con el lodo y se cayó.
—Mmhj—exclamé—Eso te pasa por burlesca. Pero
a decir verdad yo también me comería el cielo si llegara tan alto—María y yo
nos reímos coquetamente de mi chiste.
—Pero, María, querida, ¿cómo vamos a
encontrar comida si tú no nos ayudas?—le reclamó Ana.
—Es que no encontré mis botas… y aparte no me
quiero ensuciar como tú.
Eso fue suficiente para que cada una se
quedara callada. Ana y yo buscamos cangrejos en el lodazal que había dejado la
marea, mientras María buscaba debajo de las piedras en la playa rocosa, la
parte de la playa que queda bajo el agua durante la marea alta.
Debajo de cada piedra había un montonón de
cangrejitos, todos muy pequeños. Pero después de buscar y requeté buscar
encontramos cangrejos más grandes, dignos de ser comidos. Así que el desayuno
fue pescado y cangrejo.
La mañana fue avanzando y el calor,
disipando. El cielo se despejó y se veía más azul que el mar. Hasta podía ver
olas ondeando el cielo y un jet-yate surcando las olas, dejando su estela
marina arriba de nosotros.
Comenzó a correr brisa marina que atizaba el
fogón en donde se cocinaba la pesca de ayer. Estábamos de vacaciones, pero aun
así había que trabajar; porque no se puede vivir sin trabajar, el ser humano no
está diseñado para estar horas como un holgazán. Pero el trabajo en la playa se
disfrutaba mejor y no era tan pesado.
Todas las mujeres estábamos en un mismo
sitio, debajo de una buena sombra. Unas estaban desgranando guandú y otras—María,
Ana y yo—estábamos limpiando pescado y guisándolo. La verdad yo hubiera
preferido desgranar frijoles, pero eso me llevaría toda la mañana y yo lo que
quería era terminar rápido. Limpiar pescados era más asqueroso, pero más rápido
de terminar. A Ana y María tampoco les gustó la tarea, pero al menos teníamos
toda el agua del mundo para lavarnos las manos justo detrás de nosotras. El
único problema era que es salda. Pero sí nos podíamos limpiar las manos.
Yo siempre digo lo positivo de todo lo malo;
y como esta vez María y Ana me hicieron caso y terminamos la tarea rápido,
fuimos las primeras en ir a buscar nuestros trajes de baño.
En realidad éramos las únicas chicas con
ganas de ir a bañarse. De hecho éramos las únicas chicas, el resto eran
señoras, las esposas de los pescadores y mi mamá.
Nos lavamos las manos, después nos pusimos
bloqueador solar y entonces fuimos aptas para tirarnos a la gran piscina del
mundo.
—¡Ah, está salada!—gritó Ana.
—No me digas: ¡Estamos en el mar!—le
respondió María.
—Está caliente—dije yo.
—Sí, eso también…
—Hace calor.
—Es porque son las doce del día.
—Oigan, ¿Ya vieron el nuevo vídeo de R5?
—Uhg. Ya tenías que empezar con eso.
— ¿Qué pasa Ana? ¿Tienes un trauma con la
R?—le respondí pícara.
María y yo nos burlamos de la pobre Ana.
Sabíamos que era por Ross.
— ¡Oh, ustedes qué dicen! Tú andas con el
tatuado y tú con el Dj—hablando de Ryland, ¿qué pasó con él y María?
—Oye, Mari, ¿qué hay con Ryry?
—Nada—María bajó la mirada—a veces me escribe
y me cuenta sus cosas, pero yo solo le he respondido una vez.
— ¡Qué mala! ¿Por qué lo ignoras?—inquirió
Ana, quien ahora se preocupaba por la bonita relación de María, mientras se
daba un chapuzón para mojarse el pelo. María todavía no se había lavado la
cabeza.
—Es que… —se puso un poquito roja, tal vez
era por el sol—No lo sé. No me parece correcto…
— ¿Tú crees?
—Lo que no me parece correcto es que lo
ignores. María, eso no se hace.
—Oye, por primera vez me llamas por mi nombre
y no por perra.
— ¡Ey, no me cambies el tema!...
—Ana tiene razón. Ryland te quiere y te lo
demuestra. ¿Por qué no le das una oportunidad?
— ¡Porque no quiero!—gritó— ¡porque es un
imbécil que se intentó aprovechar de mí, de mi nobleza!—Entonces salió del agua
como un loca. Su cabello, ahora castaño, todavía estaba seco.
—Oh, Mari. Ven aquí—la llamé.
Ana y yo salimos del agua también. Sentí frío
en las piernas después de salir de las cálidas aguas del Pacífico.
* * *
—María, ¿por qué no me lo contaste antes? Soy
tu mejor amiga. ¿Por qué no me lo dijiste? —María estaba sollozando en mis
piernas después de tanto correr por la isla.
h—Fue cuando tú y Rocky estaban peleados. Yo
pasaba largos rato en su casa, hablando con Ryland y jugando PlayStation con
Ryland también. Él quería ayudarme a reconciliarlos a ti y a Rocky, pero en una
de nuestras citas él cerró la puerta de la habitación. Yo estaba hablando de
Rocky y él comenzó a besarme, sin decirme nada ni coquetear… no fue nada
romántico y estaba totalmente fuera de lugar. Fue violento y comenzó a quitarme
la ropa. Yo no quería y le dije que no. Pero él no me hizo caso. Metió la mano
en mi pantalón y me tocó…
>>Fue horrible. Me besó y lamió toda.
>>Fue Stormie quien me salvó.
—Espera, ¿qué?—me reí un poco, por lo bajo.
— ¡Oye no te rías!
—Lo siento. ¿Stormie te salvó? Ya me estoy
imaginando lo que ocurrió después de que te fuiste: un buen sermón de madre.
—No me interesa lo que haya pasado
después—rompió en llanto y se tumbó sobre mí—Stormie venía a dejarle a Ryland
su ropa limpia y nos encontró. Había oído que yo le decía a Ryland que no y él
no me hacía caso. A penas abrió la puerta comprendió qué sucedía y me pidió que
me fuera. Eso hice…
Pronto cayó la tarde. María y yo fuimos a
caminar por la playa alrededor de la isla. Era bastante pequeña, pero muy
diversa. Tardamos como media hora en volver al mismo punto y ya para entonces
habíamos visto cientos de animales diferentes: renacuajos, libélulas, aves,
muletos, arañas, moscas; mosquitos no, porque en el mar no hay.
Había un árbol a orillas del mar que producía
un sonido en el agua. No sabíamos qué era. Probablemente era algún animal que
no se dejaba ver, pero hacia hondas en el charco cuando caía. Pero caía
repetidas veces en un minuto. No sabíamos qué extraño fenómeno de la isla era
ese. Para tener pruebas, María grabó un vídeo como de dos minutos. Aún no
sabemos qué es.
Gracias a este paseo de reconocimiento de la
isla, logré que María olvidara que Ryland casi la viola, a no ser de mi futura
suegra.
Cuando volvimos al frente de la isla—donde se
encallaban los botes—ya se presentaba para nosotras un hermoso atardecer. Y el
olor a pescado a la leña, el sonido del mar, la sal en nuestras narices y la
marea subiendo a cada minuto, me daba la impresión de estar de vuelta en el
sueño donde Rocky y yo demostrábamos nuestro amor.
Oí un motor fuera de borda e inmediatamente
me puse en alerta.
— ¿Qué pasa ____ (TN)?—me preguntó María.
— ¿Esos son los pescadores?
—sí. Y allá está tu papá. Vamos a ver qué
trajeron ahora.
En escasos minutos ya estábamos a oscuras y
tuvimos que regresar para buscar un foco y alumbrarnos el camino. De hecho no
veíamos muy bien y el agua nos jugó una mala pasada: la escuchábamos, pero no
la veíamos. Podíamos ver la otra luz, la del bote y pensábamos que ya estaba en
tierra, cuando en realidad estaba en el mar y nosotras estábamos en el borde de
la playa. Entonces yo me caí al agua.
— ¡_______ (TN)!—rompió en carcajadas María y
luego me ayudó a levantarme. – ¿Te ayudo?
—No—ya me había ayudado yo sola—. Te informo
que tus risas no me ayudaron en nada.
—Okay. Tú me dijiste que no.
—Mari—la callé— ¿Dónde estamos?
—Allá está el bote—salimos corriendo.
Desde lejos oíamos las voces. Se llamaban
unos a otros. Estaban descargando la lancha con neveras repletas de pescados.
Pasaron a nuestro lado en la oscuridad y fueron a dejarlas en el campamento. Mi
mamá nos llamó; era hora de ponernos a hacer otro fogón para cocinar más
rápido. María y yo fuimos al lado oscuro de la isla, a buscar más leña seca,
mientras Ana preparaba los tizones y hacía dos trípodes.
Recorrimos todo el borde la isla hasta llegar
al árbol hechizado. Nos quedamos contemplándolo. La goa seguía cayendo, como
siempre. Continuamos caminando por el bode, que, en esa zona era muy angosto y…
— ¡Ahghghghghghhg!!—un grito.
Hoy traigo un capítulo más corto que los anteriores. Y ya sé que es bastante simple y que no habla mucho de R5. Y en tres capítulos más prometo que va a volver a aparecer Rocky y los demás, pero poco.
PD: la botas de indio son las de caucho, como las que aparece en esta imagen:
Hoy traigo un capítulo más corto que los anteriores. Y ya sé que es bastante simple y que no habla mucho de R5. Y en tres capítulos más prometo que va a volver a aparecer Rocky y los demás, pero poco.
PD: la botas de indio son las de caucho, como las que aparece en esta imagen: